El P. Raniero Cantalamessa ha sido un entusista propagador del Curso Alpha. Me consta porque recientemente, en la celebración del 40 aniversario de la RCC en México, que se llevó a cabo en la ciudad de Zamora Michoacán, el predicador del Papa mencionó el Curso Alpha un par de veces.
La iglesia Holy Trinity Brompton (HTB) ha publicado recientemente en español, en forma de folleto, el mensaje que el P. Cantalamessa dió en la Conferencia Alpha de 2005, el mensaje se llama "LA FE QUE VENCE AL MUNDO". Les pongo algunos extractos. ¡Que los disfruten!
Carlos Alberto
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La Fe que vence al mundo
P. Raniero Cantalamessa
Londres, Conferencia Internacional de Alpha, 27 de junio del 2005
En su primera carta, San Juan dice «Ésta es la victoria que vence al mundo: nuestra fe. ¿Quién es el que vence al mundo sino el que cree que Jesús es el Hijo de Dios?» (1 Juan 5,4-5). Me gustaría reflexionar con ustedes sobre esta fe en Jesús que tiene el poder de conquistar, es decir, de salvar al mundo. Lo primero que debemos preguntarnos es: ¿Qué lugar tiene Jesús en nuestra sociedad y cultura? Creo que podríamos hablar de una presencia – ausencia de Jesús en nuestro tiempo...
Más perturbador es lo que observamos ampliamente en la sociedad, aún entre aquellos que se consideran “cristianos creyentes”. ¿Qué es lo que en realidad creen los “cristianos creyentes”, en Europa y en otros lugares? La mayor parte de las veces creen en la existencia de un ser supremo, en un creador; creen en algo que existe más allá del universo visible y más allá de la muerte, lo cual es fe religiosa, pero no fe cristiana aún, que es la que tiene como objeto específico la persona de Jesús. Las encuestas sociológicas apuntan a esta realidad aun en los países y regiones con muchos siglos de tradición cristiana, como en la que yo nací, en el centro de Italia. Jesucristo está prácticamente ausente en este tipo de religiosidad. Tomando en consideración la distinción hecha por Karl Barth, aquí estamos tratando de religión, no de fe...
Queda aquí trazada claramente una línea que divide la raza humana en dos partes: los que creen y los que no creen que Jesús es el Hijo de Dios. Quien cree en Él no será condenado, pero quien no cree en Él ya está condenado; quien cree tiene vida, quien no cree no verá la vida (cf. Jn 3,18.36). También, de modo concreto, a medida que la revelación de Jesús se desarrolla, vemos vislumbrarse dos tipos de personas. De un grupo se dice que “creyeron en Él”, y del otro, que “no creyeron en Él”. Del mismo modo, después de su retorno al Padre, la fe en Cristo permanecería como el gran hito en el corazón de la raza humana: A un lado estarían quienes, a pesar de no haberlo visto creerían en Él (cf. Jn 20:29); y en otro estará el mundo que rehusa creer en Él. Ante esta diferenciación, todas las otras diferenciaciones previamente conocidas pasan a un segundo plano...
Si el cristianismo, como correctamente se ha dicho, no es principalmente una doctrina sino una persona, Jesucristo, entonces la proclamación de esta persona y de nuestra relación con Él es lo más importante, el comienzo de toda verdadera evangelización. Revertir este orden y poner las doctrinas y las obligaciones morales del Evangelio antes que descubrir a Jesucristo sería como poner los vagones delante de la locomotora que supuestamente debe de remolcarlos.
En conexión con esto, existe ahora un serio problema pastoral. Las Iglesias que tienen una fuerte tradición dogmática y teológica (tales como las Iglesias tradicionales y especialmente la Iglesia católica) se encuentran a veces en desventaja debido a su riqueza y complejidad de doctrinas e instituciones, cuando se trata de tenerse que relacionar con una sociedad que en grado máximo ha perdido su fe cristiana y que consecuentemente necesita empezar de nuevo por el principio, es decir, descubriendo a Cristo Jesús.
Parece que todavía nos falta un instrumento adecuado para hacer frente a esta nueva situación. Debido a nuestro pasado, estamos mejor preparados para ser “pastores” que “pescadores” de hombres, es decir, estamos mejor preparados para alimentar a la gente que ha permanecido fiel a la Iglesia que para atraer a nuevas personas o “pescar otra vez” a aquellos que se han alejado. Esto pone de manifiesto que necesitamos urgentemente una nueva evangelización que, a la vez que esté abierta a la plenitud de la verdad y de la vida cristiana, sea sencilla y básica.
Esta es la razón por la que yo miro con interés y aprecio el Curso Alpha. Me parece que responde precisamente a esta necesidad nuestra. El mismo nombre lo manifiesta. No se llama “Curso Alpha y Omega” (como podría sugerir Ap 1,8), sino simplemente “Curso Alpha”, porque no intenta llevar a las personas del principio al final en la fe, sino sólo ayudarles a familiarizarse con ella, alentando a un encuentro personal con Jesús y dejando a otros ámbitos de la Iglesia el desarrollo de esta nueva fe reavivada.
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